29.12.11

Los Amos de la Prensa

Diez mega corporaciones poseen o controlan los grandes medios de información de Estados Unidos: prensa, radio y televisión. Esa decena de imperios controla, además, el vasto negocio del entretenimiento y la cultura de masas, que abarca el mundo editorial, música, cine, producción y distribución de contenidos de televisión, salas de teatro, Internet y parques tipo Disney World, no sólo en el país del norte sino en América Latina y el resto del mundo.

Cientos de millones de estadounidenses, latinoamericanos y ciudadanos de todo el planeta consumen a diario -directa o indirectamente- los productos informativos y culturales de los holdings AOL/Times Warner, Gannett Company, Inc., General Electric, The McClatchy Company/Knight-Ridder, News Corporation, The New York Times, The Washington Post, Viacom, Vivendi Universal y Walt Disney Company, propietarios de los medios más influyentes.

Los diez grupos controlan los diarios nacionales de mayor circulación, como el New York Times, USA ToDay y Washington Post, cientos de radioemisoras y las cuatro cadenas de televisión con mayor audiencia en sus programas de noticias: ABC (American Broadcasting Company, de Walt Disney Company), CBS (Columbia Broadcasting System, de Viacom), NBC (National Broadcasting Company, de General Electric) y Fox Broadcasting Company (de News Corporation). Quienes manejan estos medios adquirieron una importante cuota de poder que no emana de la soberanía popular, sino del dinero, y responde a una intrincada madeja de relaciones entre los medios informativos y de comunicación y las más grandes corporaciones transnacionales estadounidenses, como la controvertida petrolera Halliburton Company, del vicepresidente Dean Cheney; el Carlyle Group, que controla negocios de la familia Bush; la proveedora del Pentágono Lockheed Martin Corporation, Ford Motor Company, Morgan Guaranty Trust Company of New York, Echelon Corporation y Boeing Company, para citar pocos.

El discurso dominante que ofrecen los diez grandes imperios comunicacionales ofrece propaganda política, crea opinión pública y persuade en favor de la ideología conservadora; justificó actitudes imperiales como las invasiones de Irak y Afganistán y, en general, moldea las mentes y lava los cerebros. En vez de informar al ciudadano para dotarlo de una visión crítica y vigilante, el control mediático lo transforma en un consumidor pasivo de entretenimiento y en espectador de la política… por televisión. El control interesado de las noticias por parte de los medios más influyentes comienza desde la selección de lo que es “noticia”, es decir, la información que se dará a conocer a los ciudadanos e incluye cómo deben conocerla, o sea, la presentación, tratamiento y enfoque de los hechos a través de los “hombres ancla” o presentadores de noticias, las imágenes de televisión o los textos de los grandes periódicos.

Paradojalmente, estos diez grandes imperios mediáticos muestran a Estados Unidos como una democracia ejemplar, regida por el llamado “sueño americano de la libre competencia”, donde todos tendrían “iguales posibilidades de triunfar”. Probablemente queden pocos ingenuos que comulguen con esa publicidad. Lo cierto es que la arrolladora concentración de la propiedad ha hecho desaparecer a numerosos medios locales, en particular radios, periódicos pequeños y empresas periodísticas familiares, cerrando fuentes de trabajo y limitando la “libertad de expresión”.

Roma levantó el Coliseo para ofrecerle una diversión sanguinaria a las masas urbanas de su imperio. Hoy, cada vez que encendemos el televisor recibimos aterrados las crueldades de la propaganda de guerra del imperio estadounidense, aunque las noticias pretendan mostrar la supuesta bondad de sus soldados en Irak y las películas nos familiaricen desde niños con la muerte y la violencia. Petróleo y recursos naturales para las transnacionales y circo para los pueblos, parece ser la consigna del imperio, sólo que ahora el circo está instalado en los hogares, por voluntad de unas reducidas elites mundiales.

En EEUU la información fue suplantada lisa y llanamente por la propaganda corporativa. Dejó de existir el “derecho a la información”, garantizado por la Primera Enmienda de la Constitución. Los ciudadanos estadounidenses perdieron su derecho a la información veraz y oportuna sin darse cuenta y sin que hayan sido formalmente derogados. Las frecuencias para las señales de radio y televisión constituyen un bien público, de toda la sociedad, pero su control pasó a manos de unos pocos mega-imperios mediáticos.

Ernesto Carmona
Fragmento de: Los Amos de la Prensa

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